El realismo literario es una corriente estética que supuso
una ruptura con el romanticismo, tanto en los aspectos ideológicos como en los formales,
en la segunda mitad de siglo XIX.
Aparece aplicado a la literatura hacia 1825 para referirse a la
imitación por parte de los románticos de la naturaleza y al detalle descriptivo
de algunos de sus novelistas. Más tarde, su significado se precisó para
aplicarse a ciertos pintores como Gustave
Courbet que, frente a los temas
grandilocuentes y las escenografías aparatosas del Romanticismo, llevaban a sus lienzos
sencillas escenas de la vida cotidiana; enseguida se aplicó el vocablo a las
obras literarias animadas de un propósito análogo de recoger fieles testimonios
de la sociedad de la época.
Hacia 1850 en Francia una
serie de escritores y críticos presentan ya al realismo como una nueva estética
alejada u opuesta a la romántica.
Características:
·
Procura mostrar en las obras una reproducción fiel y exacta de la
realidad.
·
Se opone al romanticismo en su rechazo de lo sentimental y lo
trascendental; aspira, en cambio, a reflejar la realidad individual y social en
el marco del devenir histórico.
·
Hace un uso minucioso de la descripción, para mostrar perfiles exactos
de los temas, personajes, situaciones e incluso lugares; lo cotidiano y no lo
exótico es el tema central, exponiendo problemas políticos, humanos y sociales.
·
El lenguaje utilizado en las obras abarca diversos registros y niveles
de lenguaje, ya que expresa el habla común y se adapta a los usos de los
distintos personajes, que son complejos, evolucionan e interactúan influyendo
en otros.
·
Las obras muestran una relación mediata entre las personas y su entorno
económico y social, del cual son exponente; la historia muestra a los
personajes como testimonio de una época, una clase social, un oficio, etc.
·
El autor analiza, reproduce y denuncia los males que aquejan a su
sociedad.
·
Transmite ideas de la forma más verídica y objetiva posible.
Realismo español:
La literatura española del Realismo es un movimiento
literario que forma parte del Realismo, un movimiento
cultural que se impulsó en Europa a mediados del siglo
XIX al mermar las tendencias del movimiento romántico. Es una corriente procedente de Francia que, hacia 1850, desarrolló gérmenes ya existentes en el Romanticismo,
sobre todo el costumbrismo. Las ideas románticas se irían disolviendo poco a
poco y se empezaba a reaccionar contra "el arte por el arte"; la
mirada de algunos estaba cansada de lo imaginativo y pintoresco, y pretendió
observar objetivamente a las personas, sociedad y acciones contemporáneas. Su
objetivo era presentar un retrato de la sociedad. El principal precursor fue Honoré de Balzac (1799-1850) que, con obras como La Comedia Humana, impuso en la novela un fin moral y
social. Esta finalidad, haciéndose casi exclusiva, muy pronto condujo, en
algunos autores, al Naturalismo.
En España, el mejor fruto literario de la segunda mitad del siglo XIX fue la novela, consecuencia, a su vez, del
florecimiento internacional del género en esa época como expresión del auge de
la clase media o burguesía que, a lo largo de sucesivas
revoluciones (1789, 1820, 1830, 1848),
fue conquistando el poder político. Los valores e inquietudes de la clase
burguesa aparecen reflejados como en un espejo en la literatura del Realismo: individualismo, materialismo, deseo de
ascenso social y aprecio por lo cotidiano e inmutable.
Los temas del Realismo
literario son fundamentalmente el contraste entre los valores tradicionales y
campesinos y los valores modernos y urbanos o el éxodo del campo a la ciudad y
los contrastes sociales y morales que provoca, la lucha por el ascenso social y
el éxito moral y económico, la condición insatisfecha de la mujer que ya posee
derecho a la instrucción elemental pero no puede acceder al mundo del trabajo y
a la independencia e individualismo burgueses, con lo que aparece el tema del adulterio y la fantasía folletinesca y
sentimental, a manera de escape. Hay dos tendencias en el Realismo: la
progresista y la conservadora.
Juan Valera
Juan Valera y Alcalá-Galiano (Cabra (Córdoba), 18 de octubre de 1824 - Madrid, 18 de abril de 1905) perteneció a una familia
aristócrata. Desempeñó misiones diplomáticas en
varios países y ocupó importantes cargos políticos. Comenzó su carrera como
novelista alrededor de los cincuenta años de edad. En sus últimos años fue
víctima de una ceguera progresiva.
Desde sus comienzos, Valera fue reacio tanto al Romanticismo,
por sus extremismos, como al Realismo, porque le impedía desarrollar
plenamente su fantasía. Solo adoptó una postura realista cuando eligió
ambientes reales (como su Andalucía natal) y personajes verosímiles, aunque
rechazó los aspectos menos atrayentes de la realidad, tan al gusto de los naturalistas
y algunos realistas.
Su importancia se le debe a las novelas; la primera
de ellas es Pepita Jiménez (1874), escrita en su mayor
parte en forma de carta. En esta obra, se narra la historia de una viuda que se
pone de acuerdo con el padre de un seminarista para alejarlo de su falsa
vocación. Otras obras importantes son Doña Luz (abordando
cuestiones de vocación religiosa) y Juanita la Larga. Esta segunda
novela cuenta el idilio de don Paco, un cincuentón, y de la protagonista, que
desea redimirse de él por un honrado matrimonio.
Juan Valera fue liberal político y escéptico en cuanto a la religión.
Empleó un lenguaje literario sencillo, aunque no vulgar. Al morir, los
escritores de la Generación del 98 le guardaron un profundo
respeto. Hoy se le considera por gran parte de la crítica como el mejor
prosista del siglo XIX, pese a reconocer la superioridad
creadora de Galdós.
José María de Pereda
osé
María de Pereda nació en Polanco (provincia de Santander, actual Cantabria) en 1833. Perteneciente a una
familia hidalga,
viajó mucho por el extranjero y fue diputado carlista, aunque más tarde
se dedicó al cultivo de sus tierras y a la literatura. Contó con la amistad de Galdós, pese su opuesta
ideología política. Murió en 1906 en su pueblo natal.
Comenzó su producción literaria como
costumbrista: inclinado al realismo con dotes de observación, publicó Escenas montañesas. Más tarde
encontraría su fórmula ideal de la novela, al insertar aquel costumbrismo en
una visión enamorada del paisaje y de las gentes de la montaña, con sus
pasiones y su lenguaje característico. En sus primeras novelas de este tipo (novela
idilio), solía enfrentar la paz y la ignorancia de aquella gente rústica
con las asechanzas políticas de la vida moderna (Don Gonzalo de la Gonzalera y De
tal palo tal astilla). Defendía una tesis que hoy en día aceptarían muy
pocos. La novela idilio termina cuando Pereda decidió renunciar a la defensa
explícita de tesis alguna. A esta segunda época pertenecen relatos como Sotileza (epopeya de unos pescadores cántabros)
y La puchera. La que es
considerada su obra maestra es Peñas
arriba (1895), cuyo bucolismo
descriptivo y el casticismo de su estilo puede parecer hoy en día obsoleto.
Pese a ello, José María de Pereda es considerado un gran narrador, dotado de
gran capacidad descriptiva y épica.
Realismo latinoamericano:
No se necesita ser científico para asumir las evidencias acerca de que la historia humana es una sucesión de formaciones sociales cada una más avanzada que la anterior. A escala global y en grandes períodos de tiempo, la tendencia general hacía el progreso no ha sido nunca desmentida.
No obstante, durante la mayor parte de la existencia humana, el pensamiento social marchó a la zaga como una especie de reflejo de la realidad que se limitaba a registrar los hechos y los cambios de mayor significación en la vida social, creando anales históricos, reflexionando sobre los acontecimientos, extrayendo conclusiones y sobre todo acumulando sabiduría.
A partir del siglo XVIII la acumulación de conocimientos y capacidades conque la especie humana se dotó a sí misma dio lugar a un cambio extraordinario cuando con la ilustración, el liberalismo, el marxismo se invirtió la ecuación y las ideas políticas y económicas comenzaron a preceder los procesos civilizatorios, a orientarlos y a conducirlos. Desde entonces, los hombres y las mujeres, sobre todo en las sociedades más avanzadas estuvieron en condiciones de elegir cómo querían vivir y diseñar su entorno social.
La idea de la democracia precedió a las instituciones y las prácticas democráticas y la aspiración de libertad ciudadana al Estado del Derecho. Como parte de un proceso dialéctico excepcionalmente complejo, el liberalismo creó al capitalismo y el marxismo aportó las bases del socialismo. “La historia diría — Marx — comenzó a escribirse con arreglo a pautas situadas fuera de ellas”.
No se necesita ser científico para asumir las evidencias acerca de que la historia humana es una sucesión de formaciones sociales cada una más avanzada que la anterior. A escala global y en grandes períodos de tiempo, la tendencia general hacía el progreso no ha sido nunca desmentida.
No obstante, durante la mayor parte de la existencia humana, el pensamiento social marchó a la zaga como una especie de reflejo de la realidad que se limitaba a registrar los hechos y los cambios de mayor significación en la vida social, creando anales históricos, reflexionando sobre los acontecimientos, extrayendo conclusiones y sobre todo acumulando sabiduría.
A partir del siglo XVIII la acumulación de conocimientos y capacidades conque la especie humana se dotó a sí misma dio lugar a un cambio extraordinario cuando con la ilustración, el liberalismo, el marxismo se invirtió la ecuación y las ideas políticas y económicas comenzaron a preceder los procesos civilizatorios, a orientarlos y a conducirlos. Desde entonces, los hombres y las mujeres, sobre todo en las sociedades más avanzadas estuvieron en condiciones de elegir cómo querían vivir y diseñar su entorno social.
La idea de la democracia precedió a las instituciones y las prácticas democráticas y la aspiración de libertad ciudadana al Estado del Derecho. Como parte de un proceso dialéctico excepcionalmente complejo, el liberalismo creó al capitalismo y el marxismo aportó las bases del socialismo. “La historia diría — Marx — comenzó a escribirse con arreglo a pautas situadas fuera de ellas”.
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